Hace muchos años existió un
hermoso reino donde vivía una princesa llamada Amor. Soñaba con el día en que
llegara su príncipe azul para poder casarse y ser feliz. Un día, llegaron a su
puerta más de mil jóvenes que esperaban ansiosamente conocerla y pedir su mano.
Ella los recibió gustosa de uno por uno. El primero llevaba un porte gallardo y
reflejaba muchísima confianza en sí mismo, aunque se denotaba que era altanero.
Sin embargo, la princesa no quiso juzgarlo. "¿Cuál es tu nombre, valiente
caballero?" le preguntó. "Amada mía, mi nombre es Egoísmo, y vengo a
cortejarte para que nadie más se acerque a ti mientras yo esté vivo". A la
princesa no le agradó mucho su modo de pensar, por lo que decidió despedirlo
amablemente. El segundo era extremadamente apuesto y llegó montando un caballo
en ropajes de oro y plata finos. La princesa se entusiasmó, pero no quiso dar
nada por sentado. "Apuesto caballero, ¿cuál es tu nombre?", a lo que
aquel joven bajó del bello animal y arrodillándose ante la princesa dijo
"Mi ferviente señora, yo soy Envidia, y deseo poseerla eternamente, aunque
eso le pese a todo el mundo". Amor no quiso eso para ella por lo que tuvo
que pedirle que se marchara también. El tercero era muy alto y robusto, pero de
facciones finas y hermosas. La princesa le preguntó su nombre, a lo que él
respondió "Oh dulce Dama, mi nombre es Traición, y todo aquel que te
pretenda pagará con su cabeza en la horca". La princesa se asustó y
decidió despedirlo también. Y así, fue despidiendo a cada uno, joven tras joven
que no le inspiraban confianza o que en sus palabras no encontraba lo que ella
necesitaba. Rencor, Ira, Sufrimiento, Interés, Deseo, Enojo, Fastidio, Miedo,
Celos, Desprecio e incluso Odio: todos fueron indulgentes y atractivos en
apariencia, pero al contacto con ellos, Amor percibió frialdad e hipocresía en
sus palabras. Finalmente, quedó un solo muchacho, que no era alto, ni rico, ni
poderoso, pero sin embargo parecía buen mozo y de buenos sentimientos. La
princesa se acercó un tanto temerosa y el joven la miró a los ojos. Ella
retrocedió un poco, pero el joven logró alcanzarla y tomarla de la mano.
"Querida princesa, no tienes por qué temer. No es mi intención hacerte una
posesión mía para que pierdas el contacto con el mundo que te rodea. He venido
desde muy lejos porque escuché rumores sobre lo hermosa que eras, y ya veo que
no me han dicho todo, porque eres hermosa de pies a cabeza. Han dicho que si se
vive al lado tuyo, uno será por siempre feliz, pero ahora veo que tan sólo con
tomarte de la mano ya me siento completo. Me han dicho que al contacto contigo
uno se vuelve poeta, pero más que eso, yo ya me siento inmortal". La
princesa Amor se ruborizó completamente mientras aquel joven le rozaba una de
sus mejillas con la mano. Amor supo finalmente ante quién estaba.
"Realmente me has impactado con tus palabras, dulce caballero, dime, ¿ante
quién estoy asombrada?" "Dulce Amor, creo que mi nombre es el más
apropiado ante tu presencia. Ten por seguro que estaré siempre contigo,
princesa. Me llamo Lealtad". Y así, la princesa Amor se casó con el joven
Lealtad y pudo tener aquella vida llena de felicidad que tanto anheló. Y desde
ese entonces, las personas cumplen la promesa de amor de aquellos jóvenes. Amor
y lealtad deben estar siempre presentes, ya que cuando dos personas se aman con
todas sus fuerzas, la lealtad se unirá a ellos para nunca separarlos.