LA AUTOESTIMA
La autoestima es el conjunto de percepciones, imágenes,
pensamientos, juicios y afectos sobre nosotros mismos. Es lo que yo pienso y
siento sobre mí. La satisfacción de cada uno respecto de sí mismo.
CARACTERÍSTICAS:
No es innata
Se desarrolla a lo
largo de la vida
Podemos modificarla
Está influenciada
por el contexto
CUENTO PARA FOMENTAR LA AUTOESTIMA
LA PEQUEÑA LUCIÉRNAGA
Había una vez una comunidad de
luciérnagas que habitaba el interior de un gigantesco lampati, uno
de los árboles más majestuosos y antiguos de Tailandia. Cada noche, cuando todo
se volvía oscuro y apenas se escuchaba el leve murmurar de un cercano río,
todas las luciérnagas salían del árbol para mostrar al mundo sus maravillosos
destellos. Jugaban a hacer figuras con sus luces, bailando al son de una música
inventada para crear un sinfín de centelleos luminosos más resplandeciente que
cualquier espectáculo de fuegos artificiales.
Pero entre todas las luciérnagas
del lampati había una muy pequeñita a la que no le gustaba
salir a volar.
–
No, hoy tampoco quiero salir a volar -decía todos los días la pequeña luciérnaga-.
Id vosotros que yo estoy muy bien aquí en casita.
Tanto
sus padres como sus abuelos, hermanos y amigos esperaban con ilusión la llegada
del anochecer para salir de casa y brillar en la oscuridad. Se divertían tanto
que no comprendían por qué la pequeña luciérnaga no les quería acompañar. Le
insistían una y otra vez, pero no había manera de convencerla. La pequeña
luciérnaga siempre se negaba.
-¡Que no quiero salir afuera!
-repetía una y otra vez-. ¡Mira que sois pesados!
Toda la colonia de luciérnagas estaba muy preocupada por su pequeña compañera.
-Tenemos que hacer algo -se quejaba su madre-. No puede ser que siempre se
quede sola en casa sin salir con nosotros.
-No
te preocupes, mujer -la consolaba el padre-. Ya verás como cualquier día de estos
sale a volar con nosotros.
Pero
los días pasaban y pasaban y la pequeña luciérnaga seguía encerrada en su
cuarto.
Una noche, cuando todas las
luciérnagas habían salido a volar, la abuela de la pequeña se le acercó y le
preguntó con mucha delicadeza:
-¿Qué es lo que ocurre, mi pequeña? ¿Por qué no quieres venir nunca con
nosotros a brillar en la oscuridad?
-Es que no me gusta volar-, respondió
la pequeña luciérnaga.
-Pero, ¿por qué no te gusta volar ni mostrar tu maravillosa luz? -insistió la
abuela luciérnaga.
-Pues…
-explicó al fin la pequeña luciérnaga-. Es que para qué voy a salir si nunca
podré brillar tanto como la luna. La luna es grande, y muy brillante, y yo a su
lado no soy nada. Soy tan diminuta que en comparación parezco una simple
chispita. Por eso siempre me quedo en casa, porque nunca podré brillar tanto
como la luna.
La abuela había escuchado con
atención las razones de su nieta, y le contestó:
-¡Ay, mi niña! hay una cosa de la luna que debería saber y, visto lo visto,
desconoces. Si al menos salieras de vez en cuando, lo habrías descubierto, pero
como siempre te quedas en el árbol, pues no lo sabes.
-¿Qué es lo que he de saber y no sé?
-preguntó con impaciencia la pequeña luciérnaga.
-Tienes que saber que la luna no tiene la misma luz todas las noches -le
contestó la abuela-. La luna es tan variable que cada día es diferente. Hay
días en los que es grande y majestuosa como una pelota, y brilla sin cesar en
el cielo. Pero hay otros días en los que se esconde, su brillo desaparece y el
mundo se queda completamente a oscuras.
-¿De
veras hay noches en las que la luna no sale? -preguntó sorprendida la pequeña
luciérnaga.
-Así
es -le confirmó la abuela. La luna es muy cambiante. A veces crece y a veces se
hace pequeñita. Hay noches en las que es grande y roja y otras en las que
desaparece detrás de las nubes. En cambio tú, mi niña, siempre brillarás con la
misma fuerza y siempre lo harás con tu propia luz.
La
pequeña luciérnaga estaba asombrada ante tal descubrimiento. Nunca se había
imaginado que la luna pudiese cambiar y que brillase o se escondiese según los
días.
Y
a partir de aquel día, la pequeña luciérnaga decidió salir a volar y a bailar
con su familia y sus amigos. Así fue como nuestra pequeña amiguita aprendió que
cada uno tiene sus cualidades y por tanto, cada uno debe brillar con su
propia luz.
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