Llegó el día que ya discutían tanto que empezaban el día enfadadas sin hablar. Un cuervo que se encontró a una de las palomas sola le preguntó que donde estaba la otra porque todo el mundo se extrañaba de no verlas juntas. Esta paloma le explicó que la otra era muy mandona y que siempre quería decidir a que jugar. El cuervo le preguntó por qué no tomaban una solución. La paloma le contestó que no sabía que solución podía haber que no fuera ceder y callarse.
El cuervo le propuso hacer un listado de juegos que les gustasen a cada una y cada día jugar a uno diferente y listo, al que toque. La paloma batió sus alas en señal de agradecimiento por la idea tan buena del curvo.
Fue junto a su amiga y le dijo que no se sentía bien estando enfadadas y que tenían que tomar una solución, la paloma la escuchó atenta y la solución le pareció una buena idea porque era justa para ambas.
Y así lo hicieron tras escribir en una roca con su pico todos los juegos cada una de ellas decidieron que ya estaban listas. Pero cuando quisieron empezar a jugar no sabían por cuál de todos. La paloma que había planteado la lista quería empezar primero, ya que la idea había sido suya y la paloma que había aceptado quería empezar ella ya que no había puesto problemas a la solución. ¡Qué difíciles eran estas dos palomas!
Al final tomaron la decisión de que sería el cuervo el que al azar decidiría por qué juego empezarían y a partir de ahí seguirían el listado. El cuervo les ayudo entre risas, no entendía como las palomas podían ser tan cabezotas.
A partir de ahí siguieron siendo mejores amigas y jugaron felices para siempre.
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