En una extensa selva vivía una hiena que criaba a un
cachorro de león diciéndole que era un gato y éste se comportaba como un gato,
maullaba como un gato y perseguía ratones como un gato.
De esta manera el cachorro de león iba creciendo con un
sentimiento distorsionado de su identidad.
Pasados los años el cachorro de león fue creciendo hasta que
se hizo un león adulto delgado y débil. Un día aprovechó que la hiena estaba
cazando lejos de su guarida para dar un paseo por la selva por primera vez.
En su caminar, se cruzó con una manada de búfalos de
robustos cuernos que corrían salvajemente hacia un lugar de la selva donde
habían crecido ricas hierbas y ramas verdes.
El león al verlos maulló muy asustado y se apartó del camino
escondiéndose detrás de un gran tronco.
Un búfalo que se había percatado de la presencia del león le
pareció rara la conducta, pero siguió corriendo para que no lo cazara y se lo
comiera.
Luego el león continuó su camino y se encontró con dos
tigres que le rugieron de una manera muy desafiante.
El león muy asustado maulló unas cuantas veces. Los tigres
no podían dejar de reír ante los ridículos maullidos. El león, atemorizado
salió corriendo de allí.
Pasadas unas pocas horas todos los animales se enteraron de
los maullidos del león y comenzó a ser objeto de burla de todos ellos. En ese
momento el león se sintió muy triste y solo por lo que decidió marcharse muy
lejos.
Bajo la sombra de un árbol se quedó pensativo. Una mansa
paloma posada sobre una rama que le había estado observando le dijo:
_ ¡Veo que no sabes quién eres y por eso no sabes cómo
encajar en la selva! ¡Es muy importante que sepas quién eres!
_ ¿Por qué es importante saber quién soy?_ preguntó el león
entre dudas.
_ ¡Es importante saber quién eres, porque conociéndote
podrás saber cuál es tu función en este mundo! _ explicó la mansa paloma.
_ ¿Y quién soy?_ preguntó angustiado el león.
_ ¡Eres un vencedor! ¡Eres un león! ¡Eres el rey de la
selva!_ concluyó la paloma.
Entonces el león empezó a comprender que la hiena lo había
criado haciéndole creer que era un inofensivo gatito y se marchó a buscarla.
Para su sorpresa, cuando llegó a la guarida, se dio cuenta
de que ésta le había preparado una emboscada declarándose como su peor enemiga.
Ante los ataques previsibles de la hiena, el león se subió a
una gran roca con mucha valentía y desde ahí emitió varios rugidos graves y
prolongados marcando así su territorio. Enfurecido y con un repentino coraje le
dijo a la hiena:
_ ¡Sé quién soy! ¡Y
sé cuál es mi función en éste mundo! ¡Soy un vencedor, un león, el rey de la
selva!
Este fue el último día que el león se cruzó con la malvada
hiena.
Autora: María Abreu
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó. (Romanos 8:37)
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